Hoy he visto un capullo blanco de magnolio bien prieto, con prisa por florecer. Luego he pensado en la gente que compra café en los establecimientos que se encuentran bajo tierra en el metro de Madrid. Gente con prisa que no consigue florecer bajo tierra. Llevo un año y medio que no me decido, que rehuyo los metros y me escondo en los taxis. Dos primaveras a punto de alegrarme, lo mismo que las flores están a punto de abrirse. Bienvenidos.
Había magnolios en mi infancia. También cielos azules como aquellos que estaban descritos en el papelito que Antonio Machado llevaba en su abrigo el día que murió. Alguien reza en el vagón hablando de la verdad y la vida a grito pelado. Porque así hay que rezar y escribir -que es lo mismo-, desgañitándose. Qué bonito es berrear como un fanático. Recuerdo aquel vídeo de las fans de Take That. Las fuentes de Madrid repletas de gente cuando se ganó el mundial. Esa alegría irracional y encantadora que -sobre todo y ante todo- no hay que explicar. El gol se vive, no se explica. La carrera. Los bises. Las patatas de regalo. Encontrarse 20 euros.
Ya han pasado 10 días desde que empecé a escribir esto. Los magnolios han florecido y el calor por poco funde las flores. Se ha puesto la lavanda totalmente morada. Descarada, beligerante, altiva. También he comprado flores en una tienda. He visto cómo se marchitaban. Hoy he encendido el aire acondicionado por primera vez. Llevo días sin escribir en el diario. Iba a florecer y lo he hecho a ratos. Florezco un par de veces, me pudro otras tantas. Como los magnolios o como los plátanos en el frutero. La asociación no tiene ningún sentido, como este newsletter, como la vida misma.
Pedir ayuda, menudo tema. ¿Sabéis pedir ayuda? ¿Queréis pedir ayuda? ¿Podemos ser ayudados? Están siendo tiempos raros para todos. Raros, difíciles. Parece que los locos años veinte están repletos de cuestas pindias. Si, pindias. En Cantabria las cuestas muy empinadas son pindias. Y así está la época: pindia de cojones. Yo he pedido mucha ayuda. He recibido mucha ayuda. Interesada, desinteresada, bajo pago. Pero creo que era Galileo el que decía aquello de “no podemos enseñarle nada a la gente; sólo podemos ayudarlos a que descubran lo que hay en su interior”. Hace unos días pedí ayuda por Internet. Podría haber utilizado otros métodos. Pero no era la ayuda final lo que necesitaba. No era dinero. El dinero se puede robar, suplicar, pedir al banco. Pedir ayuda, la acción en sí misma, la vulnerabilidad que supone, eso era lo importante.
Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra…
— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
A mi profesora Esther le encantaba hacernos aprender de memoria poemas de Antonio Machado, Espronceda y muchos más. Me aprendí muchos. Alguno lo recité en el pequeño salón de actos. Pero este poema me lo voy a aprender ahora.
Al calor le sigue el granizo y al granizo este olor a petricor. Parece que el patio interior anda contando secretos a todos los vecinos entre desagues y truenos a lo lejos. Me he encontrado con alguien esta mañana: era yo.
El batiburrillo
🎵 Una balsa >
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📖 Un libro > La penúltima bondad, de Josep Maria Esquirol
🙃 Un meme >
🖌️ Un ilustrador > https://damientran.com/
👁️ Una fotógrafa > https://www.aubreyhays.net/
✨ Una cosa que no conoces > Monopoly was designed 100 years ago to teach the dangers of capitalism
Échame un cable
Yo lo que quiero es escribir, ilustrar, crear contenido y practicar pilates intelectual y emocional con la gente. Y me gustaría ganarme la vida con esto, esa es la verdad. De momento tengo el privilegio de perder dinero. Pero sería fabuloso tener el privilegio de vivir única y exclusivamente de lo que me gusta. Si quieres puedes ayudarme de las siguientes maneras:
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