LA DERIVA es una lección que he decidido darme a mí misma sin darme cuenta. Es una cosa pantagruélica. Un episodio de más de dos horas que he estado a punto de borrar en, al menos, dos ocasiones. Porque me escucho y a veces digo “vale” y a veces “qué puto horror”. Un banquete desmesurado donde me obligo —y os obligo a vosotras, en diferido— a tragar todas estas divagaciones. Qué cosa tan fascinante. ¿Fascinante? No sé si es la palabra. Fascinante, desconcertante, surrealista. A veces no sirve de nada y solo me da un cringe inconmensurable. Pero otras… otras os juro que lo veo todo clarísimo y entonces merece la pena. Y por un segundo de absoluto discernimiento todas sabemos lo que estamos dispuestas a apostar. All in.
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