Bolígrafos secos.
Llevo derrapando desde que llegué a Madrid y a estas alturas, aunque me dura el moreno, tengo un ánimo de lo más otoñal. Ordenar agendas, retomar hábitos, caer en los mismos errores y soñar con que siempre-siempre existe la posibilidad de empezar de nuevo. ¿Existe? Bienvenidos.
Comenzar el curso con los bolígrafos secos y sin tiempo para ir al Alcampo a por unos nuevos. La edad adulta, las gafas ojo avizor, el olfato ampliado que percibe problemas y limitaciones. Borrar una y otra vez las líneas que escribo. Dudo si quiero hablaros de la ilusión por el cambio o de fracasar antes de empezar. Tengo a la alegría y al pesimismo dándose de ostias en algún lugar de mi masa encefálica. Siempre he creído que pensar es una manera de matarse. El runrun es una bala en la sien, tened cuidado.
Tengo un despacho nuevo. He cambiado las mesas y, a la vez, he sufrido una metamorfosis total. Dos cuadritos en el baño, unas sábanas nuevas. Hay que esforzarse en este aquí y este ahora ¿verdad? Cuesta, cuesta mucho. El sabor del pasado y del futuro son absolutos porque son una elucubración en forma de caramelo, nunca una realidad. Pero hay que estar alerta, escupir esas putas chucherías y ser orfebres de lo cotidiano, seguratas musculados de los actos irrelevantes como beber zumo de naranja o pasarse la esponja por el cuerpo. Las estanterías serán otras y nada volverá a ser lo mismo. Cambiar una maceta para abandonar esta vida, construir otra en un solo momento gracias a una bonita mesita de noche.
"Suponga que está en el coche con el semáforo en rojo, esperando que se ponga verde. En un determinado momento, basándose en su experiencia anterior, empezará a apretar el acelerador sabiendo que el disco está a punto de cambiar. Inconscientemente está usted contando los segundos, sin mirar al reloj. Pero si el semáforo no cambia a verde dentro del tiempo que usted ha calculado, empezará a irritarse y a pensar que el semáforo no está bien. Si pasa bastante tiempo, puede que decida saltárselo"
Warren Meck, neurólogo.
Mientras escribía todo esto me he acordado de una serie que veía de pequeña. Mi infancia es una laguna enorme, pero a veces, zas, me llega un burofax como este. El programa me fascinaba porque su protagonista, Evie, tenía la capacidad de parar el tiempo. Me acuerdo perfectamente de su ropa, de Troy y del sofá con forma de mano. Supongo que somos muchos los que queremos parar el tiempo como lo hacía Evie. Yo tengo una inabarcable necesidad de magia y distopía, no me interesa esta linealidad porque yo soy una manta de patchwork, quiero una lámpara disparatada y negarme al curso normal de las cosas ¿os pasa?
Se puede escribir en el vaho de un cristal si los rotuladores están pálidos. Podemos parar el tiempo si decidimos ver cómo la luz se cuela -caprichosa- entre las hojas . Podemos hacer un Nagasaki en nuestra memoria bebiendo como cosacos, drogándonos como si estuviéramos a punto de ir a una rave en Cuatro Vientos. Podemos pintarnos la cara, teñirnos el pelo, comprarnos unos pantalones naranjas y dejar atrás todo lo que sea necesario. Y aunque siempre se nos verá el hilo de la careta y habrá pruebas del pasado en forma de ropa que no luce y llantos que no proceden: da igual. Podemos negar el presente todo lo que queramos porque nos pertenece y podemos cambiarlo cada segundo simplemente echando canela al café o lavándonos la vagina con la mano izquierda.
Olvidaos de todo lo que LA DERIVA y yo misma hemos sido y somos. En este preciso momento he decidido por unanimidad que todo va a cambiar hasta que tenga que cambiar de nuevo.
El batiburrillo
🎵 Una canción > Urban Snare Cypher
📖 Un libro > Antología de poetas suicidas
🙃 Un meme >
🖌️ Un ilustradora > Camila Rosa
👁️ Un fotógrafo > Pier Paolo Ferrari
✨ Una cosa que no conoces > La explicación de por qué las vacaciones duran tan poco.
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